lunes, 19 de octubre de 2009

Paranoia

Hay pequeñas historias que muchas veces pasan desapercibidas, son como simples manchas laterales en un gran mural, como esos sonidos medios que están en toda composición musical y que van acompañando la melodía central.

Nuestro oído se va acostumbrando y lentamente la dejamos de escuchar...

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El tenía pensado comprar fruta para la noche, se había imaginado durante todo el viaje en subte que apenas llegara a su departamento se haría un gigantesco licuado con un toque de vino blanco espumante y saldría al balcón a respirar el aire fresco de la primavera... esa primavera que ya empezaba a despuntar tanto en el almanaque como en la vida real.

El problema empezó con el vendedor que lo miraba en forma insistente, con una profundidad que lentamente lo arrastró a una sucesión de miradas de reojo y silencios embarazosos...

Empezó a preguntarse si lo conocía de algún otro lugar, lentamente lo asaltó una sensación de miedo… ¿miedo?... "pero estoy loco (pensó) … ¿Qué me pasa?...."

"Simplemente quiero comprar unas manzanas y un ananá y como el vendedor me mira, me pongo nervioso…"

Llegó a su casa con la fruta y ese malestar por todo el incidente, ¿Por qué le había mirado con tanta insistencia?

Estaba convencido que había odio en esos ojos, odio tal vez por la ropa que tenía, se le había ocurrido que todo ese enojo radicaba en que el ya regresaba de trabajar y el frutero tenía para varias horas más… la ciudad está cada vez más peligrosa, más autista, cada uno en sus cosas y con miedo a los otros.

Abrió la puerta del edificio, un nuevo cartel que pedía que cada uno se cerciorara de que la puerta hubiera quedado cerrada estaba pegado en el espejo de la entrada…

Llegó a su departamento y sacó sus llaves nuevas, hacía menos de un mes que había hecho blindar la puerta, los muchachos de la empresa le contaron que era la quinta que ponían en el edificio, que era segura y que no iba a tener problemas…

Puso la traba y el nuevo cerrojo de acero inoxidable, cuando pasó al comedor prendió la televisión y como efecto de un reflejo inconsciente puso el canal que conectaba con la cámara de la entrada del edificio.

De costado mientras pelaba la fruta miraba distraídamente el televisor, era una silenciosa película en blanco y negro, sin actores conocidos que siempre mostraba gente que pasaba apurada, algunos con bolsas de supermercados y otros simplemente con prisa y mirando por sobre sus hombros, como si temieran que alguien los siguiera.

Hizo el licuado, sin vino, y fue al balcón, miró a través de las rejas y vió como la ciudad comenzaba a lentificarse, como todo se iba aplacando al compás de las sombras de la noche que lentamente se cernían sobre las terrazas de las casas más altas…

En la esquina alguien gritó y sintió corridas, él se metió dentro del departamento y cerró los ventanales del balcón… todavía tenía más licuado en su vaso… a lo lejos comenzó a oirse una sirena.

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