viernes, 16 de agosto de 2013

Treinta segundos



30… 29… 28…
Leo con interés:

“Las experiencias cercanas a la muerte tal y como las definen personas que han sufrido un paro cardiaco o han estado a punto de morir engloban una serie de intensas sensaciones, como el vislumbrar una potente luz al final de un túnel o recordar como si se tratara de una película los hechos más relevantes que marcaron a alguien durante su vida.
Hasta ahora se desconocía el origen que motiva este tipo fenómenos, pero una investigación desarrollada por la Universidad de Michigan acaba de revelar que estas experiencias tienen una base científica, ya que el cerebro sigue funcionando hasta 30 segundos después de que el flujo sanguíneo se detiene, según concluyen los estudios.” 

27… 26… 25…
 
Capturada mi voluntad de seguir leyendo, como si fuera una novela por entregas, leo sobre el devenir de las investigaciones que un grupo de científicos realiza en los pequeños cuerpos de nueve ratas de laboratorio:
 
24… 23…

“…fueron anestesiadas y luego sometidas a un paro cardíaco para examinar sus reacciones. Durante los 30 primeros segundos después de que sus corazones se detuvieran, todos ellos mostraron un aumento de la actividad cerebral, que fue observada en electroencefalogramas (EEDs) que mostraban estados de alta excitación mental…”

22… 21…
 
Llegado a este punto de la investigación recuerdo la popular respuesta: “Lo único seguro es la muerte” y me pregunto si esto sigue en pié frente a este portentoso experimento.
 
20… 19…
 
Azorado me pregunto… ¿será esto posible? (hablo del experimento no de mi duda acerca de las respuestas populares) y desde la intimidante sombra del prestigio de la institución que respalda la investigación, se me responde: “Sí, los resultados de este experimento no solo son posibles, sino que además se los ha medido y certificado”
 
18… 17… 16…
 
Temeroso de fundar nueva doctrina, me planteo: “Entonces lo único seguro es que al menos puedo decir que estoy vivo por los próximos diez o quince segundos” y digo esto con la confianza de que en algún lado del planeta alguien encuentre la forma de alcanzar la vida eterna…
 
15… 14… 13…
 
En ese momento la complejidad llama a mi puerta y me dice: “Bueno…. También sería bueno revisar un poco la idea de si esos estertores bioeléctricos alcanzan para definirlos como vida…”, sigo pensando en forma confusa: “… si la percepción del tiempo es fruto de nuestra conciencia, entonces esos treinta segundos pueden parecernos años o milenios, nuestra mente podría proyectar los sucesos necesarios para abastecer mi vida o cientos de vidas, civilizaciones enteras cuyos inicios, esplendores y muerte se desarrollan en esos vitales treinta segundos…”
 
12… 11… 10… 9…
 
Acuciado por la búsqueda de alguna respuesta que sea más o menos práctica, la del tiempo eterno no me termina de convencer, me digo que tal vez pueda redefinir la expresión de esta seguridad como: “Lo único seguro es que voy a tener actividad bioeléctrica por los próximos diez o quince segundos”
 
8… 7… 6…
 
Miro a mí alrededor y sigo percibiendo la realidad…, veo el monitor, siento el teclado bajo mis dedos, escucho los ruidos de la calle…
 
5… 4… 3…
 
Respiro tranquilo aliviado de seguir acá
 
2… 1

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