Cuando
terminó de decir eso ya habíamos recorrido como cincuenta metros, a los
costados de la ruta yo veía una actividad febril, grupos de gente empezaban a
salir de sus casas.
A
pesar de ello clavé los frenos y el auto dio un medio giro impresionante, quedó
atravesando la calle, durante los segundos en que el vehículo debió quedar en
posición perpendicular a la doble línea amarilla, la sensación de muerte me
atenazó la garganta con su frío e inclemente puño de hierro, toda mi vida pasó
delante de mis ojos como una película sin sonido y con pocas imágenes, ninguna
en 3D (tan de moda en estos tiempos), lo cual fue una ventaja porque carecía de
los anteojos específicos.
Debo
decir que en esos cruciales segundos noté como algunos lugareños -viendo lo
audaz de la maniobra- alertaban a sus compañeros de tribu como esperando un
final diferente al logrado por mi pulso firme, vi como un grupo dejó unos
minutos de dar vuelta en su fogata lo que asumo sería un animal salvaje (se
asemejaba a un tapir, pero no estoy seguro) que evidentemente integraría su
cena, y al grito de ¡ Hoy hay postre porteño ! comenzaban a golpearse hombro
contra hombro para infundirse valentía.
Uno
de ellos, tal vez su maestro o Chamán, con su cuerpo pintado con fuertes líneas
sanguinolentas, recitaba enloquecidamente este Mantra diabólico :
Quien
entra a este predio
La
muerte convoca
No
hay ningún remedio
el
final ya te toca
Y
fugazmente devela
Que
la noche cancela
Con
su piel de franela
Y
su abrazo fraterno
este
grito incauto
Que
suena moderno:
¡A
veinte pesos el auto!
El
verso final, que a oídos profanos suena como descolgado, entiendo que es fruto
de la inter textualización de su seguro trabajo como “trapito” en recitales
urbanos.
Decenas
de miembros de su grupo se mecían con un ritmo hipnótico mientras enarbolaban
palos de escoba con puntas afiladas y endurecidas por el fuego de incontables
fogatas, al fondo de sus casas se asomaba la imagen de la Diosa Kali (su
presencia en ese lugar tan alejado de la India, es la prueba viviente de la penetración
del Facebook en las clases populares) con su mensaje de muerte y exterminio
para el hombre blanco.
Pero
merced a los largos años de manejo dominé la situación y el auto –sin siguiera
morder lo que podríamos llamar banquina- dio un respingo y logró enderezar
hacia la entrada de la calle que me acercaba a lo de la Sra. Esmeralda, alejándome (al
menos por el tiempo de la consulta) de los peligros que me acechaban.
“Pero
que casualidad” dije sin demasiada alegría. ¿Cómo puede ser que entre diez
millones de habitantes, justo encuentre al tipo que va a la misma Tarotista que
yo? ¿acá hay trampa?
Lo
miré a Marcos por el rabillo del ojo y lo que vi me tranquilizó, parecía un
tipo sencillo y común
Pero
a pesar de su imagen tan bonachona, me di cuenta que toda la situación no tenía
una explicación lógica, por eso le pregunté con marcada seriedad: ¿Cómo sabías
que voy a lo de Esmeralda?
-
Bueno, dijo titubeando, para algo soy estudiante de ciencias ocultas… aunque en
realidad fue ella la que me avisó que estuviera en esa parada a esta hora, yo
en realidad soy de Villa Crespo, no quieras imaginarte lo difícil que fue
llegar a esa parada de colectivo.
Lo
miré y sin saber porqué, le creí.
Mientras
el auto se aprestaba a devorar kilómetros, con el rabillo del ojo distinguí a
la distancia un grupo de niños de entre 7 y 28 años, que comenzaron a moldear
con barro unos muñecos con gran parecido a mi persona y a Marcos y en rápida
sucesión de movimientos procedían a clavarle astillas, invocando diferentes
entidades subterráneas e infernales.
Di
mayor velocidad al auto y nos alejamos vertiginosamente de ese lugar mientras,
a lo lejos, se escuchaba un griterío del cual sobresalían estas palabras como cuñas
de fuego: ¡Volverán! ¡Volverán!
Nos
mantuvimos en silencio, cada uno mascullando sus razones para estar en este
viaje tan extraño.
Ciertamente
Marcos sabía como llegar y lo que al principio valoré como un agudo sentido de
la ubicación, lentamente fue cayendo ante la evidencia de que se fijaba
subrepticiamente cada tanto en su moderno teléfono con GPS.
Cuando
se dio cuenta que lo había descubierto consultando ese artilugio electrónico,
me miró y dijo: “Estudio ciencias ocultas, no soy la Guía-T”.
No
dije nada y continué manejando sin decir palabra.
Al
cabo de un rato, en un barrio de casas bajas, todas muy modestas, se alzaba en
una calle sin salida, al fondo casi contra una empalizada de material que
separaba la calle de las vías de un tren que claramente no pasaba desde hace
años.
Estacionamos
el auto sin problemas, en la calle no había nadie, solo se oía un silencio
atronador, no había cantos de pájaros ni ladridos de perros, lo único apenas
audible era el alegre zumbar de los cables eléctricos.
Nos
bajamos y encaramos la puerta con decisión y valentía. No tenía timbre, en su
lugar había una mano de bronce con una bola del mismo material, todo este
conjunto montado sobre una bisagra que permitía levantarla y dejarla caer sobre
la madera de la puerta que estaba gastada de tantos golpes.
Utilicé
la mano por dos veces y esperamos mirándonos nerviosamente.
No
pasaba nada, impacientes intenté repetir el llamado pero cuando alcancé a tocar
la broncínea mano, la puerta se abrió y dejó escapar una brisa helada que
contrastaba con el calor reinante en la calle.
Detrás
de la puerta, vestida con una túnica de color verde que iba desde su cuello
hasta los pies, estaba Esmeralda (al menos eso suponía), una mujer de más de
cincuenta años, con su pelo enrulado con mechones blancos y violetas, sus ojos
eran celestes como denunciando un origen eslavo.
Con
una voz aguda, dijo: “Pasen, mi nombre es Esmeralda, soy Tarotista”
Yo,
por mi formación, intenté presentarnos: “Hola, mi nombre es….” Mi frase quedó
flotando en el aire, ella alzó su mano y con ese chillido que tenía por voz, me
dijo: “Ya sé quién sos vos y quién es él… soy Tarotista y Vidente…”
Su
enojo me atemorizó y automáticamente me callé. Marcos me seguía sin decir
palabras, ella hizo un gesto con el brazo como invitando a pasar y así fue como
entramos a su casa.
Todo
estaba en penumbras, algunas luces amarillentas en lo alto de los techos daban
una luz ambarina que teñía todo como un manto de arena.
Entramos
en una pequeña salita donde la falta de luz era apremiante, nos ofreció dos
sillas mientras ella se tiraba sobre un sillón con respaldo lleno de pequeñas
volutas que simulaban pétalos de flores extrañas.
Me
senté frente a ella y Marcos se puso a mi costado, se había establecido una
relación de mutua protección con él, a ambos nos asustaba la figura de
Esmeralda, sus largas uñas rojas y esos ojos inquisidores.
“Bueno…
vengo a que me tire las cart…”
Nuevamente
me interrumpió y dijo: ¡Ya lo sé, soy Tarotista y Vidente ¡ ¡Se porqué vienes y
también sé para que está él! Dijo mirando de costado a Marcos, el cual se
revolvió en su asiento con una cara que estremecía de miedo.
Ella
tomó un mazo de cartas muy viejo que estaba sobre su mano izquierda, las mezcló
dos veces y puso los naipes cerca de mí.
-
“Cortá dos veces con tu mano izquierda hacia la derecha y luego cada montón
tres veces con tu mano derecha hacia la izquierda”
Quedé
aturdido, no soy muy bueno para ordenes tan detalladas, cuando levanté la mano
derecha, sentí que Marcos me golpeaba con su codo y me decía: “con la
izquierda, con la izquierda…”
Lo
miré con agradecimiento y el también respiró más tranquilo, a ninguno de los
dos nos gustaría equivocarnos tan rápidamente y justo enfrente de Esmeralda.
Reproduje
todo el mecanismo de corte y ella juntó las cartas y empezó a tirarlas formando
un rectángulo de cuatro filas de cuatro cartas.
-
“… pero… ¿el Tarot se tira as…?” empecé a balbucear
-
“Sí, se tira así, es una variante antigua del Tarot Egipcio, se llama “le carré de quatre cartes“ comentó como al pasar
-
“… pero eso es Fr…”
-
“Sí, ya se que es Francés, soy Vidente y Tarotista no soy tonta y también se
que si hablo en el idioma de los Faraones podría despertar algunos espíritus
que es mejor no molestar”
Interiormente
me repetía: “… calma… calma… estás impresionado y un poco mareado por el
viaje…” Así que me dispuse a escuchar algo acerca de mi futuro amoroso y
también –si podía– le preguntaría si debía cambiar de trabajo.
Las
figuras empezaron a salir en un orden que no me permitía ninguna posibilidad de
saber que podía llegar a decir:
-
“El Carro” dijo Esmeralda ante la primera carta.
-
“¿Eso es bueno?”
Pregunté
-
“Sí, es bueno”
contestó segura
-
“La Fuerza”
susurró mirando ambas cartas
-
“¿Eso es bueno?”
Volví a preguntar
-
“Sí, es bueno”
contestó un poco molesta
Así
se repitió con las otras catorce cartas restantes.
-
“Todas buenas, dieciséis cartas buenas” Dije con gran alegría, “ ¿qué bueno,
no?”
-
“No, eso es malo, muy malo, no presagia nada bueno”
-
“¿Cómo que es
malo, qué significa entonces?
Ella
cerró sus ojos y puso sus manos sobre las cartas, su cara empezó a
transformarse, y una voz grave nos sorprendió, comenzó a hablar de manera lenta
y pausada:
-
“Hoy la suerte
del mundo está en tus manos”
-
“Deberás bajar a
la Casa de la Muerte y disputar la
“Piedra del Destino”, debes reconquistarla y darle una nueva oportunidad a la Tierra, si
pierdes…(entrecerró los ojos para dar un sentido dramático al momento ) toda la
vida sobre el planeta se extinguirá”
-
“¿qué es la Piedra del Destino, dónde
queda la Casa de
la Muerte y
como acabará la vida en la
Tierra? Pregunté con una voz titubeante.
-
“La Piedra del Destino es un objeto hecho de un material desconocido que genera un Vórtice
Interdimensional, ha estado en poder de las Fuerzas de la Luz por milenios, pero hoy
está a punto de caer en otras manos”
-
“¿Y que es un
Vórtice Interdimensional?” se animó a preguntar Marcos
Esmeralda
se enojó, creo que intuía que nosotros no le asignábamos a la situación la
gravedad que ella le daba, nos miró a los ojos y nos dijo: “Un Vórtice
Interdimensional es como un Vértice, pero Interdimensional”
En
ese momento de tensión y como para dar un corte a la situación de dudas de
nuestra parte, se paró y haciendo unos movimientos circulares con sus manos,
inesperadamente se estableció una zona de oscuridad muy profunda contra una de
las paredes.
Nosotros
dos mirábamos incrédulos lo que pasaba y ella, con otro de sus pases mágicos,
generó una puerta que comunicaba a una escalera que descendía hacia una cueva
levemente iluminada con reflejos rojos.
Esmeralda
se acercó a mí y me dio un papel pequeño que sacó de uno de los bolsillos de su
bata y poniendo sus ojos en blanco, sentenció con su voz ronca:
-
“Entrad y
rescatad la Piedra
del Destino, recuerden que la vida en la Tierra depende de ustedes”
-
“Leed el papel
cuando sea necesario, ustedes sabrán cuando será ese momento”
-
“Ultimo consejo:
No confíen en nada ni en nadie, el Señor de la Oscuridad es mentiroso
por naturaleza”
Marcos
y Yo nos dimos cuenta que todo era verdad, que por algún raro privilegio, toda
la vida de la Tierra
estaba en nuestras manos, por una extraña paradoja, todos los continentes,
todas las razas y religiones, Paris, Nueva York, Londres (por decir algunas
ciudades) tenían su destino atado a la valentía de dos Argentinos, dos
representantes de barriadas humildes, Villa Luro y Villa Crespo. Había algo de
justicia poética en todo esto, era innegable.
Nos
miramos a los ojos infundiéndonos valor y comenzamos a bajar…
Esmeralda
hizo un gesto reclamando ser escuchada, creímos intuir que nos iba a decir una
última verdad, un aviso acerca de los males que nos acecharían, tal vez un
conjuro para alejar peligros, su voz grave y tenebrosa empezó a sonar:
-
“Cuidado, a
veces esa escalera está resbalosa…”
CONTINUARÁ...
1 comentario:
dani, queremos saber cómo continúa la historia....no nos dejes esperando tanto!!!
tus fans del blog
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