Cuando Laura quedó embarazada por primera vez, nos inundó una gran alegría. No teníamos ninguna pena en especial y nuestra vida de recién casados transcurría con facilidad y sin contratiempos.
Durante el embarazo todo fue normal.
Cuando nació Tomás el mundo se abrió para mí.
Apenas nació me lo dieron y yo, que no esperaba que la emoción me visitara con tanta fuerza, al tenerlo en mis brazos creí que me iba a caer, me temblaba la boca y los ojos se me llenaron de lágrimas viendo su carita toda arrugada.
Y allí estaba Tomás, luego de largos nueve meses de espera, en mis brazos, con sus ojitos cerrados y sus puñitos abiertos.
A los seis meses nos diagnosticaron un retraso madurativo.
A los seis meses y dos días le hicieron una resonancia magnética y el resultado fue que tenía una parálisis cerebral.
Hacía ya dos días que yo venía llorando.
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En la película “Blade Runner” el robot replicante le dice al protagonista en una de las escenas finales, algo más o menos así:
“Yo he visto cosas que los hombres no se imaginan,
atacar naves en llamas sobre el hombro de Orión...
he visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la
puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se
perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia...”
Este conjunto de pequeños pensamientos y vivencias recolectadas en estos siete u ocho años de vivir con Tomás, tienen un solo objetivo: evitar que todo lo relacionado con él se pierda entre las cosas del mundo, como una lágrima en la lluvia.
Espero que estas palabras puedan servir como ayuda o simplemente como una puesta en común de mis sentimientos y sensaciones.
Y si no logra ser de ayuda para nadie, que al menos sea una manera de celebrar el paso de Tomás por mi vida, que sea mi regalo hacia él:
...mi cielo azul
...mi vida
...mi esperanza
...mi Tomi
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