viernes, 20 de abril de 2007

Ah...


¿Qué es la palabra?

Antes creía que sólo era un instrumento para comunicarme, un grupo de letras que más o menos bien ordenadas y elegidas me permitían transmitir mis ideas a los otros.

Pero desde que nació Tomás, me he dado cuenta que no es eso, que además una palabra puede encerrar muchas cosas, muchos sentimientos y más de una sorpresa.

Les cuento: todo empieza siempre de la misma manera, primero cerramos la puerta del taxi o del ascensor, o a veces ocurre con una persona que está al lado nuestro en misa o en un negocio... que importa... siempre es igual.

Tomi los mira, les sonríe y algo pasa, les transmite algún tipo de embrujo (en el buen sentido), los hace sentirse más jóvenes, mejores personas, simplemente nos parece que los hace más felices, y ese momento dura un instante y entonces viene la pregunta que nosotros esperamos, la pregunta que siempre nos espera:

-- ¿Cuántos años tiene? -- Dos y medio --contestamos-- -- Ah

Y ese “ah” queda flotando ahí, solo, como una cuña, como un pequeño agujerito en un globo, y ese momento de felicidad empieza a achicarse, a perder entidad y se establece un silencio donde cada uno, el del taxi o el del ascensor o el de la misa o el que fuera piensa: “ya me parecía”, entendiendo que algo pasa y nosotros entendiendo que él entiende.

Pero Tomás, sigue allí, comprándolo con una sonrisa, apropiándose de su cariño y de su estima sin decir nada, ni “ah” ni “ya me parecía”. Y eso es tal vez lo más valioso, una presencia que no desfallece, que no está intermediada por ningún otro pensamiento que el de ser feliz y agradecer a los otros con lo poco y mucho que tiene: su sonrisa.

Está en cada uno de nosotros el tomar ese “ah” y seguir adelante, Tomás no espera otra cosa, igualmente, sea cual fuere el camino que tomemos, El seguirá allí sonriéndonos y diciéndonos gracias.

Esta es la segunda Navidad que pasamos con Tomás y sentimos que es un extraño regalo que nos dio Dios, bueno, no sólo Tomás, también nos está dando a Verónica.

Tomás es nuestro pesebre, donde debe nacer algo más que nuestros deseos, tal vez Dios esté esperando nuestro “Si”, y como lo descuenta, ya nos lo está pagando con la sonrisa de Tomás.

Navidad de 1996

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