A fuerza de pensarlo y de repetirlo en silencio miles de veces, nos vamos acostumbrando a la idea de que Tomi no tiene nada, que a lo sumo no puede caminar, y, si nos preguntan ¿como anda? contestamos (sin mentir) que está bien.
Y así uno va construyendo una verdad, una realidad que le es muy propia y necesaria.
Toda esta situación y hasta tanto Tomás no sea más grande es entendible y transmisible.
Todos los amigos que lo ven y más aún aquellos que lo encuentran después de un largo tiempo, terminan abonando esta situación con frases (que no creo falsas y dichas una una necesidad de quedar bien) que hablan sobre lo mucho que avanzó y lo bien y grande que está.
Esto va volviendo muy fuerte esa sensación de pequeña pérdida, de pequeña molestia y, si encima no hay situaciones de comparación como ser cumpleaños o encuentros con otros chicos, todo va transcurriendo en condiciones de aparente normalidad. Pero a fin de año la realidad con su baño de frialdad nos despierta... bien... de buen modo... pero nos despierta.
En el colegio habitualmente para fin de año se hace una reunión para evaluar el cumplimiento de los objetivos que habíamos fijado al principio del año.
Estamos rodeados por 7 u 8 personas entre maestras, psicopedagogas, terapistas ocupacionales, kinesiólogas, etc. Y toda esa construcción de aparente normalidad que uno va gestando en forma consciente o no, va cayendo poco a poco a medida que se van diciendo los objetivos y mencionando el grado de cumplimiento:
Objetivo 1: Quedarse sentado por sí sólo durante dos minutos. Logrado parcialmente
Objetivo 2: Que pueda tomar agua con una pajita No logrado
Objetivo 3: Que discrimine entre dos objetos conocidos de acuerdo a su gusto Logrado
Objetivo 4: Que pueda tomar un lápiz con sus dedos Logrado parcialmente
Y de repente toda esa pared que nos construimos para seguir viviendo, comienza a resquebrajarse.
Cuando crees que todo esta bien y te encontras midiendo si tu hijo puede estar sentado dos minutos, si es necesario establecer entre varios si le gusta tal o cual postrecito, las cosas tienen entonces otro valor.
Tal vez sea necesario que yo reconstruya una nueva escala de valores, tal vez Alguien en otro lugar este midiendo si sólo soy capaz de ver si mi hijo puede sentarse durante dos minutos o de ver a MI HIJO en mi hijo.
Ojalá pronto podamos decir que ambos hemos logrado el objetivo.
Y así uno va construyendo una verdad, una realidad que le es muy propia y necesaria.
Toda esta situación y hasta tanto Tomás no sea más grande es entendible y transmisible.
Todos los amigos que lo ven y más aún aquellos que lo encuentran después de un largo tiempo, terminan abonando esta situación con frases (que no creo falsas y dichas una una necesidad de quedar bien) que hablan sobre lo mucho que avanzó y lo bien y grande que está.
Esto va volviendo muy fuerte esa sensación de pequeña pérdida, de pequeña molestia y, si encima no hay situaciones de comparación como ser cumpleaños o encuentros con otros chicos, todo va transcurriendo en condiciones de aparente normalidad. Pero a fin de año la realidad con su baño de frialdad nos despierta... bien... de buen modo... pero nos despierta.
En el colegio habitualmente para fin de año se hace una reunión para evaluar el cumplimiento de los objetivos que habíamos fijado al principio del año.
Estamos rodeados por 7 u 8 personas entre maestras, psicopedagogas, terapistas ocupacionales, kinesiólogas, etc. Y toda esa construcción de aparente normalidad que uno va gestando en forma consciente o no, va cayendo poco a poco a medida que se van diciendo los objetivos y mencionando el grado de cumplimiento:
Objetivo 1: Quedarse sentado por sí sólo durante dos minutos. Logrado parcialmente
Objetivo 2: Que pueda tomar agua con una pajita No logrado
Objetivo 3: Que discrimine entre dos objetos conocidos de acuerdo a su gusto Logrado
Objetivo 4: Que pueda tomar un lápiz con sus dedos Logrado parcialmente
Y de repente toda esa pared que nos construimos para seguir viviendo, comienza a resquebrajarse.
Cuando crees que todo esta bien y te encontras midiendo si tu hijo puede estar sentado dos minutos, si es necesario establecer entre varios si le gusta tal o cual postrecito, las cosas tienen entonces otro valor.
Tal vez sea necesario que yo reconstruya una nueva escala de valores, tal vez Alguien en otro lugar este midiendo si sólo soy capaz de ver si mi hijo puede sentarse durante dos minutos o de ver a MI HIJO en mi hijo.
Ojalá pronto podamos decir que ambos hemos logrado el objetivo.
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