“Pedrito escribe sin parar que el mundo está por estallar y los demás en la oficina…. Por nada….”
(El amor es más fuerte)
Siempre tuve la duda acerca de si yo estaría más cerca de ser el “que escribe sin parar” de la canción o uno de los demás…
Esa idea de que el mundo se mueve, cambia, avanza, evoluciona, siempre al borde del estallido y sin embargo en la oficina, como arquetipo de un microcosmos inmóvil todo sigue igual… pase lo que pase en el exterior… todo se hace con la habitualidad y exactitud de un rito ancestral:
llegar
hablar
sentarse y mirar el reloj
escribir
llevar
traer y mirar el reloj
firmar
pararse
imprimir y mirar el reloj…
Tal vez algún día tenga la valentía de romper con la inercia, de salir, de arriesgarme, en suma renunciar a la costumbre, renunciar a la comodidad de la cueva y salir a buscar y cazar…
Todavía no me animo, pero para ir calentando los motores, al menos ya escribí la renuncia que quisiera presentar, la muestro aquí para desafiarme, para que yo sepa que ya está escrita, sólo falta llevarla ante quién corresponda:
“....Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir.....”
“...Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy...”
El Inmortal
Jorge Luís Borges
Y luego de esto... Nosotros aquí.... conocedores de nuestra finitud igualmente queremos recorrer todas las vidas y circunstancias posibles, queremos ser la maza y también la cantera, queremos ser el Alfa y el Omega.
Y así, a fuerza de intentar escribir, siquiera una vez, la Odisea, nos ha salido esta renuncia y pasada la inicial desazón, creemos intuir la mano invisible, no ya del mercado, sino del destino: Debemos renunciar, debemos ingresar, debemos ser expulsados, debemos ser confirmados, en suma, debemos ser todo.
Por eso, para empezar a ser todo, primero debemos ser nada y para ello, no ofrecemos tímidamente la renuncia como quién lleva una ofrenda a un Dios sanguinario para alcanzar su aceptación sino que la plantamos valiente y desafiante, la arrojamos al rostro autocomplaciente de la burocracia, la escupimos al pozo oscuro de la sinrazón administrativa.
Y, ahora sí, a escribir la Odisea, que el tiempo apremia.
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