En las sombras abisales
de tu gélido corazón,
por tu mester de mesalina
como abantos infernales
me acrece la sinrazón.
Fruto de una sicalipsis hórrida
te imagino delusiva y deletérea,
ominosa, inclusiva y sin materia
una vestal en imaginería tórrida.
Esplende y deja atrás el rebufo
que cual oscura nigromante
a la huera realidad circundante
cubres con tus fútiles efugios.
Comprende que fuiste moldeada
crepitante, crujiente y restallante.
Que el destino no es azar ni hado,
sólo un océano donde singlar
hasta llegar al Dios que te ha creado.
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