En muchas películas de ciencia ficción o de fantasía, hemos visto a terribles guerreros interestelares a portentosos invasores venidos desde las profundidades más oscuras del aún más oscuro universo. Ellos siempre están un paso adelante en la tecnología, sus conocimientos nos superan y tienen armas terroríficas capaces de reducir a ruinas humeantes lo más adelantado de nuestra ciencia.
Balas, bombas (aún las temidas y resguardadas nucleares), misiles, lanzallamas, todo eso (y más) falla ante sus escudos de energía o lo que sea que son.
Pero, más tarde o más temprano, por alguna razón terminamos victoriosos.
Muchos críticos cinematográficos podrán declarar ante jueces que el motivo de esta sufrida ganancia es producto de nuestro ingenio como raza o nuestro valor y -a veces- por la fe en creencias superiores, etc. etc.
Pero no, no es así. Den una mirada a nuestros contendientes:
El gran secreto no estriba en nuestro valor, Fe o creatividad.
Ustedes se han puesto a pensar el tiempo que debe tardar esta gente para poder cambiarse de ropa, ¿cómo hacen para sacar su cabeza de una remera o un pullover?
Todos esos minutos de más, perdidos en vanas peleas con prendas (que encima se las ve muy resistentes, cuando no son a prueba de rayos lasers) eso, simplemente eso, fue lo que nos da siempre la ventaja.
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