viernes, 16 de enero de 2009

Anzuelo


Cuando empecé a escribir algunas cosas acerca de la experiencia de tener un hijo con parálisis cerebral, me sentí muy entusiasmado y creía que iba a tener un montón de ideas para poner en común.

Pero a medida que lo intento me doy cuenta de lo difícil que esto es. ¿Por qué me cuesta tanto hablar de Tomi? ¿Qué cuestiones aún no tengo resueltas frente a Tomi?

Muchas veces siento que son numerosas y enormes y tal vez nunca las logre desentrañar en forma completa, tal vez sea una mochila que debo cargar y cargar.

Siempre se me aparece la imagen de que toda esta situación es como tener un anzuelo clavado en la carne, dónde sólo se ve (y bastante poco, a decir verdad) el hilo ya que la carne se ha ocupado de encontrar la manera de ocultar ese elemento extraño.

De lejos normalmente no se nota que tengo ese hilo colgando, a lo sumo si alguien es muy observador, ve sólo eso… nada más que un hilo…

Pero pasa que ese pequeño hilo cada tanto se engancha y vuelve a tirar al anzuelo… y este, en su intento de salir, remueve la herida y vuelve a doler, vuelve a sangrar….

Claramente este desafío de escribir hace que cada tanto se vuelva a enganchar al hilo, y todo vuelve:

La alegría y el dolor…
El desánimo y la esperanza…
Tomás y su risa…
Y también mi tristeza…

Todo está en mi corazón como en esas bolas con paisajes nevados, llenas de agua y algo parecido a la nieve, estoy esperando que todo vuelva a su lugar, que nuevamente se aquieten las aguas…

Pero a veces no resisto la tentación de agitarla para desafiar la quietud. Al principio parece caótico pero es infinitamente más bello que esa parálisis de muerte que la invade cuando todo se inmoviliza.

Tal vez de tanto engancharse, el hilo logre sacar al anzuelo y ya nunca más me tenga que preocupar por el dolor, tal vez después de tanto agitarse la nieve quede suspendida y no caiga y su belleza se prolongue… sí… tal vez, sólo tal vez….

No creo que pueda hablar de la discapacidad, ni siquiera de lo que le pasa a Tomi, sólo puedo hablar de lo que me pasa a mí frente a este misterio, de cómo poco a poco se fueron acomodando las cosas y de cómo alcancé el convencimiento de que nunca van a estar del todo acomodadas y quietas.

1 comentario:

Virginia dijo...

lo escribiste hace tanto tiempo y yo lo veo hoy... me quedé pensando en ese anzuelo Dani. Creo (sólo creo) aproximarme a entender ese dolor. Me pasa por la cabeza decirte que yo sé que un día el anzuelo va a dejar de retorcerse en tu carne y que Tomi va a poder volar. Hasta que llegue ese día el AMOR que le das y que te dá es lo que hace aquitar la nieve.

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